“Y entrando Él en la barca, el que había estado poseído del demonio le rogaba que le dejase estar con Él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y yéndose, comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.” Marcos 5:18 – 20
En Marcos 5:1 – 20 aprendemos sobre la historia de “un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada entre los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.” Este hombre tenia una legión de demonios que lo controlaban y le estaban destruyendo su vida y Jesús lo libro y le saco todos estos demonios que moraban dentro de él. El hombre ya salvo de estos demonios, le rogaba a Jesús estar con Él, pero Jesús le mando a su casa y los suyos para que les contara cuán grandes cosas Dios había hecho con el y el se fue publicando “en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.” El estaba testificando las maravillas que Jesús había hecho por él, era un testigo de Jesús.
Cuando nosotros aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, Dios nos perdona todos nuestros pecados y nos quita toda culpa y castigo del pecado, salvándonos de una eternidad en el infierno y nos da vida eterna en el Cielo. Aparte de esto, nos libra de la esclavitud y poder del pecado sobre nuestras vidas. La legión de pecados en nuestras vidas nos esclaviza y nos destruye la vida, así como estos demonios controlaban y le habían destruido la vida a este hombre por muchos años de su vida. Cuando somos salvos, debemos ser testigos de Jesús y contarle a la gente “cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.” Debemos ser testigos de Jesús “a la vez, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra,” y predicarles el Evangelio para que la gente también tenga la oportunidad de ser salvos del infierno y de la esclavitud del pecado en sus vidas y tener vida eterna en el Cielo y la libertad de poder vivir una vida digna a Dios en piedad y justica y servirle con nuestras vidas. Te animo y te reto que le cuentes a la gente “cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo.”
